"A mi estos cuadros no me dicen nada". Lo primero: los cuadros no hablan (nuestro lenguaje) y lo segundo: yo no me dejo condicionar por comentarios...
Entro.
Años de formación e influencia neogriega. Retratos de campesinos de la época y nobles aristócratas en sus lujosos sillones. Se enfrentan a la desnudez de la mitología griega.
Oriente. En el submundo, las bailarinas y los mercenarios muestran sus habilidades. Los personajes se mezclan... Y a medida que avanzan, los cuadros se desmarcan de lo anterior. Me detengo: el bardo negro o bardo africano clava su mirada en mis ojos. Este personaje guarda los secretos de los cuentos antiguos y de la tradición popular y, luego, con sus instrumentos hace música y con su voz lleva las historias de su pueblo.
Contrastes. Una explosión de color y texturas: frío y cálido; azulejo y piel. Un cuerpo vivo es generoso con una superficie muerta y así se se crea un equilibrio perfecto de color y significado. Pero aquí no acaba Oriente. Las calles de El Cairo se llenan de actividad: una mirada tímida al vendedor de alfombras no deja ver la textura de su mercancía. La ciudad se convierte en un hervidero de ir y venir de gente... Somos más que simples caminantes y el almuecín lo recuerda: llama a la oración desde el alminar.
La fila de fieles rezando en la mezquita reconstruye la profundidad del lienzo. Su actitud piadosa debajo de las dovelas rojas y blancas. El presente siempre se asienta sobre el pasado. Las columnas corintias aún hablan de lo que un día fueron: cimiento de la Iglesia de San Vicente.
Gérôme es un pintor de historia e intrahistoria.
Los anfiteatros romanos huelen a sangre, fieras y furor. El gladiador tienen pisado el cuello de su víctima, en la grada el público aclama muerte. El cuerpo en la arena se quedará en un instante más frío que el mármol que decora el lugar.
En aquellos anfiteatros todos iban a morir: no importan gentiles o cristiano. Unos con el bronce en el pecho y otros con la rabia del león. Sólo queda la oración y la mirada al cielo. La crucifixión en el Gólgota es un sombra, quizá porque el mensaje era de luz y no de tinieblas.
Y años después, Luis XIV, el rey Sol, recibe al gran Conde. La corte se viste con sus mejores galas y las banderas ondean. Mientras, en Fontanebleau, reciben a la corte de Siam. El Lejano Oriente ha entrado en Francia: es hora de quitar los tapices y airear las sedas.
Una esfinge atemoriza la ciudad de Tebas. La ha llamado Edipo en homenaje a su libertador. Se convirtió en rey y en el hombre más desdichado del mundo. Tal fue su dolor que tuvo que arrancarse los ojos: ya había visto suficiente.
La Verdad tiene que salir del pozo, manifestarse y gritar.
Estas historias se dejan caer de un taller, dónde se trabaja con las manos, se moldea la escultura y se pule la piel.
¿Quién la piensa como un código de barras? Es terrible: está deshumanizada.
El poso de los grandes relatos nos hacen seguir queriendo historias sobre "Nuestra alma y las pasiones de nuestros amigos: esas son las cosas fascinantes de la vida" . Sin embargo, el pintor de retratos teme a la hora de exponer su obra, sobretodo cuando es conocedor de lo que conlleva.
El retrato de Dorian Gray. Las almas de finales de siglo XIX se trazan a base de los caminos irregulares del arabesco: él encarna la no linealidad y es la mejor obra de Basill Hallward, pero cuando Lord Henry le anima a exponerlo él se niega "porque, sin pretenderlo, he puesto en ese cuadro la expresión de mi extraña idolatría de artista, de la que, por supuesto, nunca he querido hablar con él. Nada sabe. No lo sabrá nunca. Pero quizá el mundo lo adivine; y no quiero desnudar mi alma ante su mirada entrometida y superficial. Nunca pondré mi corazón bajo su microscopio. Hay demasiado de mí mismo en ese cuadro, Harry, ¡demasiado de mí mismo" .
Basill lo sabe: es su mejor obra de arte porque en ella está "la armonía del alma y el cuerpo".
Eco sigue dando voz a lo que un día nos preguntamos: Is this my soul?
El otro día comentaba en una reunión de amigos que al final, el arte es una ilusión porque lo que vemos está pasado por el filtro de un artista que, a su vez, tiene una percepción distinta a la tuya. En realidad no vas a dejar de ver una imagen sentimentalista de un objeto, un lugar o una persona. Quizá aquí es uno de los momentos en los que se puede decir que la abstracción es igual de fiel a la realidad que lo que solemos llamar, equivocadamente, figuración. Porque la abstración y la figuración no son dos géneros distintos y se llega a la primera a través de la segunda. Recuerdo, por ejemplo, los cuadros geométricos de Piet Mondrian... ¿quién diría que sus primeras pinturas son molinos, retratos y árboles? Pues sí y de hecho, el elemento por el que llegó a la abstracción fue el árbol: en sus ramas veía la ascensión de la idea.
Todo tiene un porqué, sólo tenemos que mostrar predisposición para llegar a él. En el caso de Mondrian y , en general, en los artistas holandeses es comprensible: Holanda es un pueblo que ha ganado la batalla al mar. Continuamente han tenido que ordenar su vida para que el mar no les arrancara todo. Son, por eso, un pueblo trabajador, luchador y que mira a la naturaleza con ojos piadosos: saben de su grandiosidad. Intentar aplanar la pintura y ordenarla bajo unas lineas gruesas de color negro, es el intento por que la vida no se salga de la presa y para asegurarse, son necesarias las áreas de color plano y sintético sin un ápice que apele a los sentidos, sin una referencia sensorial.