martes, 22 de mayo de 2012

El pintor de cine: Edward Hopper

En menos de un mes, Edward Hopper estará en España. A partir del 12 de junio, el Museo Thyssen acoge una retrospectiva, la más importante hecha hasta ahora en Europa. 


Hay que situarle en Estados Unidos. Nació en 1882 y murió en 1967. 
Desarrolló su carrera a partir de los 20's  en su país natal pero previamente había viajado a Paris para ver la obra de los impresionistas… que, paradójicamente, eran los más influyentes en el panorama plástico de aquellos años.  Además, crece en un contexto artístico en el que Europa era la inspiración y ser un artista que trabajaba en París o en Londres era un punto a tener en cuenta en el curriculum vitae de cualquier pintor que se preciase.

La obra de Hopper tiene mucho que ver con su personalidad:  él era un hombre de pocas palabras y silencioso y decía que prefería pintar una escena a narrarla. En cuanto a la temática, supo mirar a su alrededor con los ojos de un extranjero y plasmar en el lienzo la esencia y la condición de la sociedad norteamericana de los años 30, 40, 50… 
Ese gusto por lo propio, por el hecho, quizá narcisista, de mirarse al espejo fue algo que cuajó perfectamente en la sociedad norteamericana de la época. 
Sin embargo, no lo hacía desde un punto de vista festivo sino desde un punto de vista melancólico y reflexivo. Y daba a sus escenas un toque de cine negro, de thriller psicológico… que por esos momentos era un género que estaba de moda. De hecho, muchas obras pueden parecer fotogramas de película de cine y es más, los directores de cine negro eran muy admiradores de las obras de Hopper y se fijaban en ellas en busca de inspiración.

Noctámbulos, 1942

Estos "noctámbulos" son un magnífico ejemplo que ilustra muy bien este punto en común con el cine. 
Es un cuadro de 1942, aunque no está directamente relacionado con la Segunda Guerra Mundial, si que refleja la angustia y ansiedad de la mitad del siglo XX.
Es una escena nocturna, de bar, vista a través de una gran cristalera y desde un ángulo  propio de las características del cine negro. 
En el bar hay tres clientes y el camarero, que parecen estar atrapados en un cubículo de luz, no hablan entre ellos, están ensimismados porque son personajes con tanta carga emocional que les resulta imposible relacionarse…. Como esos prototipos de cine negro..
Hopper no da ninguna narrativa a la obra, de forma que cada espectador, se inventa la suya… da pie a que no se sepa si se van o acaban de llegar, si van a tramar algo o ya lo han hecho, si son conocidos o no…  Es una escena fascinante tomada a mitad del relato y con unos personajes y una luz poderorísima que implican una acción que está contenida pero que en cualquier momento va a explotar.
Cada vez que pienso en Edward Hopper no puedo evitar recordar aquella soberbia película dirigida por Bily Wilder en 1944 cuyos protagonistas eran Fred MacMurray y Barbara Stanwyck, mujer fatal por excelencia, candidata cuatro veces a los Oscar y ganadora de un honorífico en 1982; no puedo no revivir a  aquellos personajes de la película Double Indemnity, es decir, Perdición